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Nueva traducción de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Disponible a partir de Enero del 2025
A dónde nos conduce la fidelidadNathan A. TalbotDel número de abril de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana
El sol asomaba por encima de las montañas escarpadas. En la fresca y silenciosa mañana se oyó el crujido de una ramita al romperse. Con mirada curiosa la cierva circundaba nuestro campamento. Sus cervatillos gemelos la seguían de cerca. Parcía que instintivamente sabía que tenían cierta seguridad manteniéndose fielmente a su lado.
Esto fue para mí una lección. ¿Acaso no podemos, cada uno de nosotros, sentir una confianza muy especial y cierta seguridad cuando somos fieles? La fidelidad hacia el Amor divino es una cualidad hermosa y esencial. Es un paso que conduce hacia la realidad. Si aprendemos las lecciones de fidelidad en nuestra experiencia humana, creceremos en nuestro entendimiento de que el hombre creado por Dios es mucho más que fiel. Está unido a Dios eterna y firmemente. Pero podemos darnos cuenta de esta verdad perpetua únicamente cuando se dan algunos pasos preliminares indispensables. No podemos pretender entender la realidad de la relación perfecta e inseparable del hombre con Dios si no se llevan a la práctica las más sencillas lecciones de fidelidad en la vida diaria.
Al describir los pasos que hay que dar hacia el reino de los cielos, Cristo Jesús habló simbólicamente de la necesidad de aprovechar hasta las más pequeñas oportunidades para ser así bendecido más ampliamente. Esta devoción se gana el elogio: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.1
¿Sobre qué “poco” podemos ser fieles? ¿Hacia qué “mucho” nos llevará esto?
Todos podemos encontrar pequeñas cosas para ser fieles en nuestra vida diaria. Para el estudiante puede ser tan sencillo como asistir regularmente al colegio. El empleado puede practicar la fidelidad haciendo un trabajo consecuente, honesto y productivo. Quien desempeña las tareas de la casa puede confiar en las tareas que contribuyen a tener un hogar feliz y ordenado.
¿Es posible que Cristo Jesús se haya referido a tareas tan comunes? Quizás sí. Ciertamente, deberíamos valorar aun esas pequeñas oportunidades. Al referirse a la obediencia, la Sra. Eddy da esta pauta a sus estudiantes: "El no estar nunca ausentes de su puesto, nunca desprevenidos, nunca malhumorados, mas siempre dispuestos a trabajar para Dios — es obediencia; es ser fieles 'sobre poco'. Si en alguna ocasión no obedecereis, perderéis la regla científica y su recompensa: es decir, el ser puestos 'sobre mucho'".2
¿Qué es lo que quisiera llevarnos a ser infieles? La creencia de que el hombre está separado de Dios —que tiene una mente propia— es la base de la infidelidad. La Ciencia Cristiana llama a esta suposición magnetismo animal, o mente mortal. Cuanto más firmemente crezcamos en nuestro entendimiento de que hay una Mente y que el hombre refleja esa Mente, con tanta más fidelidad cumpliremos con nuestras obligaciones.
Los cervatillos se sintieron seguros por un acto instintivo de fidelidad. De cierta manera, estamos protegidos y seguros individualmente cuando practicamos la fidelidad; y lo mismo ocurre con la sociedad. La mente mortal tratará de muchas maneras de oponerse o resistir la tendencia del pensamiento hacia la espiritualidad. Hay algunos aspectos de falta de fidelidad sobre los cuales debe prestarse una atención muy específica por medio de la oración: la infidelidad en el matrimonio y la infidelidad para con la iglesia. Puesto que la fidelidad en estos puntos ofrece grandes posibilidades para ayudar a la humanidad, puede parecer —si no se protege por medio de la oración— que son presas del magnetismo animal.
Cada uno de nosostros puede orar con sinceridad para liberarse de la infidelidad y ser fiel en este “poco”. Podemos reconocer que el mal no tiene poder para romper relaciones humanas por medio de la tentación. Podemos confiar en el poder del Amor divino para infundir en el pensamiento la fortaleza que nos capacita para llevar a cabo las responsabilidades y tareas prometidas.
Nosotros, así como nuestra iglesia, progresamos a medida que practicamos, más consecuentemente, la verdadera fidelidad. La fidelidad demostrada en la asistencia a la iglesia, en la dedicación a nuestras tareas, en el cumplimiento de nuestra obligación de practicar la curación, trae grandes bendiciones.
La Sra. Eddy oraba diariamente para sanar la infidelidad (ver La Primera Iglesia de Cristo, Científica y Miscelánea 220:14–18). Ella percibía que nuestro incentivo y los motivos para ser fieles estaban más allá de la satisfacción humana. “La fidelidad”, escribe, “encuentra su recompensa y su fortaleza en el propósito elevado”.3 Nuestra fidelidad nos lleva a entender el ser verdadero. Nos lleva a dominar las limitaciones de la existencia mortal. Nos permite dominar cualquier fase del magnetismo animal que pueda impulsarnos a cometer actos desleales. Nos conduce hacia una seguridad plena y permanente.
Sin lugar a dudas, la vida de Jesús es el más grande ejemplo para ver hacia dónde nos conduce la fidelidad. Su fidelidad al Cristo —su identidad inquebrantable y espiritual— lo llevó a la completa liberación de toda restricción de la materialidad. Su fidelidad al bien, aun en las cosas más pequeñas, incluía medidas que luego lo condujeron a través de la crucifixión y, más allá de la resurrección, hacia la misma ascensión.
La fidelidad es uno de los pasos indispensables que nos conducen a nuestra ascensión individual. ¿Hemos pensado alguna vez que no es tan importante cumplir con las pequeñas obligaciones que tenemos? ¿Quizás hayamos pensado que aquellos pequeños actos de bondad no contaban mucho? En base a una vida que hablaba por sí misma, la Sra. Eddy pudo escribir: “Entre los múltiples suaves repiques que habrán de resonar en el aposento de la memoria, que tantos recuerdos conservan, éste es el más dulce: '¡Has sido fiel!' "4
A medida que avanzamos a través del desierto del pensamiento humano, podemos mantenernos fieles y conscientes del lado del Amor divino. Estaremos seguros a medida que avancemos hacia un entendimiento pleno de la totalidad de Dios.
Nathan A. Talbot
1 Mateo 25:23; ↑2 Escritos Misceláneos, pág. 116–117; ↑3 Ibíd., pág. 341; ↑4 Ibíd., pág. 343. ↑
"Alegría y regocijo que fortalecen e inspiran"
Por Maria Damiani
¿Cómo se puede experimentar auténtico regocijo? Casi todo el mundo se hace esta pregunta en algún momento, ya sea explícita o implícitamente. Todos anhelamos regocijo y satisfacción duraderos, pero a veces nos resultan difíciles de alcanzar. En esos momentos en los que parece que los problemas no tienen solución, o cuando simplemente tratamos de encontrar la mejor manera de sentirnos contentos, hay una respuesta que va más allá de meras ilusiones o esperanzas fugaces. El regocijo verdadero y duradero se encuentra en Dios, la fuente de todo bien, cuyo manantial de amor y regocijo es constante.
Este versículo bíblico de Filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4) nos recuerda que, independientemente de la situación o circunstancia, al recurrir primero a Dios podemos encontrar fortaleza en Su gracia para regocijarnos. También podemos leer en Salmos cómo David, el rey y profeta bíblico, podía decir que su corazón estaba alegre, a pesar de la adversidad, porque había descubierto su conexión con Dios. Escribió: “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11). Estos versículos, y muchos otros en las Escrituras, señalan el camino hacia un regocijo real y duradero que tiene sus raíces en la naturaleza de Dios, quien declaró que su creación era completamente buena (véase Génesis 1:31).
Entonces, ¿cómo se logra este tipo de perspectiva espiritual? En mi caso, he descubierto que es importante estar en comunión diaria con Dios mediante la oración y reconocer humildemente la omnipresencia y omnipotencia del Dios viviente. Al orar, esta afirmación me ayuda a comprender mejor y darme cuenta de que la bondad de Dios rodea y abraza a todos sus hijos, y todos podemos sentirla. Confío en que es posible para todos experimentar una verdadera sanación y una alegría duradera por medio de la oración.
He descubierto que orar de esta manera es poderoso y efectivo para lograr cambios reales en mi vida, y estoy agradecida. También he aprendido que la oración es mucho más gratificante cuando bendice a todos, incluso más que a mí misma. Ser parte de una comunidad de fe más grande fomenta vínculos amorosos que sirven para elevar a todos los implicados y hace que la alegría sea mucho más fácil de obtener. Este tipo de iglesia no está dormida ni moribunda, sino viva y sana, porque su propósito activo y perdurable es traer luz y elevar a la humanidad.
Recientemente, en una asamblea anual de La Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, EUA, a la que asistí en línea, un miembro de la Junta Directiva expresó que sentía que si Pedro, el discípulo, estaba en lo cierto cuando declaró que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y si el Cristo es la fuente de la Iglesia viviente, entonces la Iglesia debe estar tan viva ahora como siempre lo estuvo o lo estará.Estoy comenzando a ver que es por eso que la idea espiritual de Iglesia es tan esencial. Los cimientos de la iglesia cristiana son las palabras y obras de curación de Cristo Jesús. Así que una Iglesia viva es aquella que sana y bendice a toda la humanidad. Sus cimientos no se apoyan en el beneficio personal, sino, por el contrario, en el trabajo altruista. Se apoyan en el Cristo, que es la manifestación pura de Dios, o el Amor. Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, escribió que la Iglesia es “una forma de santidad” y “el cemento de la sociedad”.
Jesús compartió sus enseñanzas del amor incondicional y el poder sanador de Dios en toda Galilea, y eso fue lo que atrajo a las multitudes a su lado. La revelación espiritual ha sostenido a los cristianos a lo largo de los siglos cuando se han reunido para compartir la verdad, la luz divina que va más allá del mero razonamiento humano y no se limita a una denominación en particular.
Esta luz gozosa, disponible para todos, acentúa un sentido más profundo de hermandad que nos une a todos, a toda la humanidad, porque somos dignos de la alegría y el regocijo que nos fortalecen e inspiran nuestras vidas.

Por Maria Damiani
¿Cómo se puede experimentar auténtico regocijo? Casi todo el mundo se hace esta pregunta en algún momento, ya sea explícita o implícitamente. Todos anhelamos regocijo y satisfacción duraderos, pero a veces nos resultan difíciles de alcanzar. En esos momentos en los que parece que los problemas no tienen solución, o cuando simplemente tratamos de encontrar la mejor manera de sentirnos contentos, hay una respuesta que va más allá de meras ilusiones o esperanzas fugaces. El regocijo verdadero y duradero se encuentra en Dios, la fuente de todo bien, cuyo manantial de amor y regocijo es constante.
Este versículo bíblico de Filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4) nos recuerda que, independientemente de la situación o circunstancia, al recurrir primero a Dios podemos encontrar fortaleza en Su gracia para regocijarnos. También podemos leer en Salmos cómo David, el rey y profeta bíblico, podía decir que su corazón estaba alegre, a pesar de la adversidad, porque había descubierto su conexión con Dios. Escribió: “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11). Estos versículos, y muchos otros en las Escrituras, señalan el camino hacia un regocijo real y duradero que tiene sus raíces en la naturaleza de Dios, quien declaró que su creación era completamente buena (véase Génesis 1:31).
Entonces, ¿cómo se logra este tipo de perspectiva espiritual? En mi caso, he descubierto que es importante estar en comunión diaria con Dios mediante la oración y reconocer humildemente la omnipresencia y omnipotencia del Dios viviente. Al orar, esta afirmación me ayuda a comprender mejor y darme cuenta de que la bondad de Dios rodea y abraza a todos sus hijos, y todos podemos sentirla. Confío en que es posible para todos experimentar una verdadera sanación y una alegría duradera por medio de la oración.
He descubierto que orar de esta manera es poderoso y efectivo para lograr cambios reales en mi vida, y estoy agradecida. También he aprendido que la oración es mucho más gratificante cuando bendice a todos, incluso más que a mí misma. Ser parte de una comunidad de fe más grande fomenta vínculos amorosos que sirven para elevar a todos los implicados y hace que la alegría sea mucho más fácil de obtener. Este tipo de iglesia no está dormida ni moribunda, sino viva y sana, porque su propósito activo y perdurable es traer luz y elevar a la humanidad.
Recientemente, en una asamblea anual de La Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, EUA, a la que asistí en línea, un miembro de la Junta Directiva expresó que sentía que si Pedro, el discípulo, estaba en lo cierto cuando declaró que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y si el Cristo es la fuente de la Iglesia viviente, entonces la Iglesia debe estar tan viva ahora como siempre lo estuvo o lo estará.
Estoy comenzando a ver que es por eso que la idea espiritual de Iglesia es tan esencial. Los cimientos de la iglesia cristiana son las palabras y obras de curación de Cristo Jesús. Así que una Iglesia viva es aquella que sana y bendice a toda la humanidad. Sus cimientos no se apoyan en el beneficio personal, sino, por el contrario, en el trabajo altruista. Se apoyan en el Cristo, que es la manifestación pura de Dios, o el Amor. Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, escribió que la Iglesia es “una forma de santidad” y “el cemento de la sociedad”.
Jesús compartió sus enseñanzas del amor incondicional y el poder sanador de Dios en toda Galilea, y eso fue lo que atrajo a las multitudes a su lado. La revelación espiritual ha sostenido a los cristianos a lo largo de los siglos cuando se han reunido para compartir la verdad, la luz divina que va más allá del mero razonamiento humano y no se limita a una denominación en particular.
Esta luz gozosa, disponible para todos, acentúa un sentido más profundo de hermandad que nos une a todos, a toda la humanidad, porque somos dignos de la alegría y el regocijo que nos fortalecen e inspiran nuestras vidas.

De los Documentos: “Doctoras en medicina le escriben a Mary Baker Eddy”
De los Documentos: “Doctoras en medicina le escriben a Mary Baker Eddy”
8 de agosto de 2022
Muchas personas notables intercambiaron cartas con Mary Baker Eddy. Al publicar su correspondencia (mbepapers.org), hemos descubierto que hay entre ellas más de una decena de doctoras en medicina y sanadoras. Unas pocas trataron a pacientes informalmente en la comunidad. La mayoría de ellas se educaron formalmente como médicas, en una época en la que aún era muy difícil para las mujeres aprender y ejercer como doctoras en medicina.
Algunas de estas mujeres le escribieron a la Sra. Eddy porque querían su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Otras ya estaban leyéndolo. La mayoría reconocía la importancia de la espiritualidad en la curación, aunque estuvieran ejerciendo la medicina tradicional. Algunas hasta escribieron sus propios libros reconociendo esta conexión. Aunque los Documentos de Mary Baker Eddy contienen más ejemplos, decidimos destacar a algunas de ellas en un artículo originalmente publicado en inglés en marzo, el Mes de la historia de la mujer en los Estados Unidos.
Lucretia W. Hart
Esta autodidacta pero aparentemente eficaz sanadora en marzo de 1884: “Ejercí la Medicina 31 años en el Estado de Wisconsin durante los cuales di a luz y crié 9 hijos, y todavía soy una Mujer útil, los médicos me han pedido Muchas veces que explique mi Método para tener éxito y no sé qué decirles”. Hart comentó que algunos la habían llamado espiritista por lo que podía hacer. Ella respondió que no sabía qué la hacía tan eficaz y agregó: “Pero hay algo que sí sé, es decir, que hay Poder en la Oración y que el Cristo es el redentor de todos nuestros pecados”.1 Ella le escribió a la Sra. Eddy para saber más sobre la Ciencia Cristiana y posteriormente pidió varios folletos: La curación cristiana, The Science of Man [La Ciencia del hombre] y La idea que los hombres tienen acerca de Dios.
Alice B. Stockham
Entre las prominentes mujeres médicas que intercambiaron correspondencia con Mary Baker Eddy, se atribuye a Stockham ser la quinta mujer médica en los Estados Unidos, así como una promotora de la igualdad de los sexos, el control de la natalidad y la abstinencia total del alcohol. Ella le escribió a la Sra. Eddy en septiembre de 1883: “He oído algo de su ciencia de la curación, que usted la enseña y me gustaría saber más sobre ella”. Y agregó: “¿Tiene usted una obra sobre la curación mental? Si es así, ¿cómo la vende?”.2 Más adelante Stockham escribió varios libros sobre la salud de las mujeres, entre ellos Tokology: A Book for Every Woman [Tocología: Un libro para todas las mujeres], publicado en 1885.3
Elmina M. Roys-Gavitt
Otra médica que le escribió a Mary Baker Eddy, Roys Gavit, se graduó del Woman’s Medical College of Pennsylvania [Colegio Médico Femenino de Pennsylvania] en 1867 y fue la primera mujer en ejercer como médica en Toledo, Ohio. Fue la fundadora y redactora del Woman’s Medical Journal, que más tarde pasó a llamarse Medical Woman’s Journal. En su breve carta, ella simplemente pide el precio de seis ejemplares de Ciencia y Salud, indicando que probablemente vendería ejemplares a otras personas. En respuesta, el secretario de la Sra. Eddy, Calvin Frye, le envió información sobre cómo convertirse en agente de ventas.4
Julia A. D. Adams
Esta médica homeópata se encontraba entre varias otras mujeres que estudiaron formalmente en facultades de medicina y expresaron interés en la Ciencia Cristiana y que se animaron a estudiar con Mary Baker Eddy o uno de sus alumnos. Adams se graduó de la Facultad de Medicina Homeopática de Cleveland, en Cleveland, Ohio. En 1886 completó la Clase Primaria y la Clase Normal de la Ciencia Cristiana con la Sra. Eddy. Luego fundó el Instituto de la Ciencia Cristiana de Oakland e integró el directorio de The Christian Science Journal hasta 1889.
M. Augusta De Forrest Brown
Tras graduarse del Woman’s Medical College of Chicago [Colegio Médico Femenino de Chicago] en 1883, Brown asistió al Conservatorio de Milán, donde estudió la relación entre la salud vocal y la salud física. Le escribió por primera vez a Mary Baker Eddy en octubre de 1885 y compartió su interés en su método sanador:
Todavía al leer sus libros siento el deseo irrefrenable de saber más acerca de su Curación divina. Al leer su Ciencia de la Salud me invadió una iluminación del Alma, que jamás había esperado experimentar. Desde hace años no me alejo de la cama de los enfermos sin pedirle a Dios que me ayude y muchas veces me he visto obligada a reconocer que solo a través de él se salvaron. Pero nunca se me había ocurrido que solo Él tenía poder para Sanar y salvar.5
Después de interesarse en la Ciencia Cristiana, Brown tomó Clase Primaria (1885) y Clase Normal (1886) con la Sra. Eddy. Luego mantuvo una práctica de curación y enseñanza de la Ciencia Cristiana en Nueva York durante varios años.
M. Augusta Fairchild
Graduada del New York Hygeio-Therapeutic College [Colegio Hygeio-terapéutico de Nueva York] en 1861, esta médica trabajó en el Western Hygeian Home, un centro de tratamiento mediante hidroterapia de St. Anthony’s Falls, Minnesota. En 1879 publicó How to Be Well [Cómo estar bien], libro que explica el método higiénico de cuidar a los enfermos. Más tarde mientras ejercía la medicina en Hannibal, Missouri, Augusta Fairchild le escribió a Mary Baker Eddy:
Su libro me llega como un trago refrescante. —Estoy lista para sus enseñanzas. Anhelo ser cada vez más útil a medida que pasan los años. Soy miembro de la Nueva Iglesia. No me rijo en absoluto por los prejuicios. Es mi deseo tomar un curso de conferencias con usted tan pronto como mis asuntos lo permitan.6
Fairchild terminó estudiando la Ciencia Cristiana con un alumno de la Sra. Eddy, Silas J. Sawyer, y sus cartas indican que sanaba a otros con lo que aprendía. En 1890 escribió otro libro titulado Woman and Health: A mother’s hygienic hand book [La mujer y la salud: Manual de higiene para madres]. También estableció el Sanatorio Fairchild en Quincy, Illinois, que funcionó hasta que ella se jubiló en 1903.
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Aunque estas mujeres médicas, junto con varias otras, estudiaron la Ciencia Cristiana con Mary Baker Eddy e incluso la practicaron durante algunos años, aparentemente todas ellas regresaron a la práctica de la medicina tradicional. Quizás lo que aprendieron acerca de la Ciencia Cristiana influyó en la forma en que trataron a los enfermos de allí en adelante. A pesar de que muchas reconocieron la conexión natural entre la salud y la espiritualidad de la mujer, parecen haber surgido incompatibilidades en sus intentos de combinar los dos métodos de curación. Silas J. Sawyer, quien enseñó a Augusta Fairchild, parece aludir a esto en una carta a Mary Baker Eddy:
Es posible que usted tenga a una tal Dr. M. A Fairchild en su próxima clase. Ella vino aquí, tomó un curso de instrucción, regresó a su casa en Hannibal, Missouri, y continuó practicando la medicina, los masajes, y mezclando con la metafísica… Cuando usted le enseñe, ella estará de acuerdo con usted y la palabra “verdad” será música para sus oídos, luego procederá a adaptar todas las enseñanzas de usted a su propia creencia en una “correspondencia con la verdad”.7
Aunque Sawyer, no obstante, aconsejó que Fairchild estudiara con Mary Baker Eddy, ella en última instancia volvió a practicar la medicina tradicional.
La Sra. Eddy explicó esta incompatibilidad entre la Ciencia Cristiana y las prácticas materiales a otro alumno:
¡He puesto el fundamento seguro de todo mi éxito al establecer hasta ahora la causa de la Ciencia Cristiana mediante la adherencia estricta en mis enseñanzas y mi práctica y mis escritos a la declaración única y su prueba de que todo es Mente y no hay materia! De ahí no mezclar con la materia esta ciencia puramente divina, que es mental, y no material en sus métodos.8
Mary Baker Eddy alentó activamente a estas mujeres a estudiar la Ciencia Cristiana, aunque más no fuera para informarles acerca de un método sanador eficaz. Pero ella sabía que tendrían que sanar espiritualmente, y no por medios materiales, a fin de practicar la Ciencia Cristiana. Los Documentos de Mary Baker Eddy nos permiten dar una fascinante mirada a la intersección entre la curación y la fe para estas pioneras en su campo.
